Por el Equipo de Redacción
Del 15 de Septiembre al 15 de Octubre, se celebra en Estados Unidos el Mes de la Herencia Hispana. Durante estos días, numerosos programas especiales, actos, exhibiciones y sitios en Internet reconocen la rica e histórica presencia de nuestra cultura. Los medios, resaltan nuestra influencia política, social y económica, sin embargo, olvidan mencionar quizá lo más valioso que podemos traer a estas tierras: nuestra fe, religiosidad popular, amor a la familia, a las amistades a la vida y nuestra cultura rica en tradiciones.
Un poco de historia
La celebración de la Herencia Hispana se remonta al 17 de septiembre de 1968, cuando el Congreso aprobó como Ley Pública 90-498, la celebración de una semana en la que se conmemorara la herencia hispana en este país. La fiesta se extendía del 5 al 16 de septiembre. Años después, se proclamó la semana del 10 de septiembre hasta el 16 de septiembre como la “Semana Nacional de Herencia Hispana”.
Catorce años más tarde, en 1988, el Presidente Ronald Reagan, expandió las celebraciones a un mes, proclamándose así el “Mes de la Herencia Hispana” del 15 de septiembre al 15 de octubre. El período de tiempo fue seleccionado para coincidir con las celebraciones de México, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua.
Durante este mes se conmemora la diversidad cultural, lingüística y racial de la comunidad latina, en los Estados Unidos. Los festejos incluyen; desfiles, eventos musicales, festivales gastronómicos, torneos deportivos, conferencias de negocios y actividades tanto políticas como literarias.
Ante todo, una cultura con raíces católicas
Según un reciente reporte del Pew Hispanic Center, la mayoría de hispanos en Estados Unidos se considera católica. Asimismo, un estudio realizado por la Universidad de Gerogetown, señaló que un 70% de los 44.3 millones de hispanos en Estados Unidos son católicos. Según el reporte del Pew Hispanic Center, esta cifra se ha reducido sobre todo porque muchos de los hispanos que llegan a este país, siendo católicos, pierden su fe y se cambian de religión. Esta realidad sustentada por diferentes estadísticas, nos muestra que los hispanos son una fuerza importante en la Iglesia de Estados Unidos.
Por otro lado, el Documento de los Obispos latinoamericanos reunidos en Puebla nos dice que “en la primera época del siglo XVI al XVIII, se echan las bases de la cultura latinoamericana y de su real sustrato católico. Su evangelización fue suficientemente profunda para que la fe pasara a ser constitutiva de su ser y de su identidad, otorgándole la unidad espiritual que subsiste pese a la ulterior división en diversas naciones, y a verse afectada por desgarramientos en el nivel económico, político y social…Esa identidad se simboliza muy luminosamente en el rostro mestizo de María de Guadalupe que se yergue al inicio de la Evangelización”.
Recordemos que los primeros evangelizadores llegaron a tierras norteamericanas en lo que ahora son los estados de Florida, Arizona y California en el siglo XVI. Así se plantan las primeras semillas de fe al sur de los Estados Unidos.
Otra de nuestras riquezas: la Religiosidad Popular
Como lo señala el documento de Puebla antes mencionado, la religiosidad popular es la forma o existencia cultural que la religión adopta en un pueblo determinado. La religión del pueblo latinoamericano, en su forma cultural más característica, es expresión de la fe católica. Así vemos que esta fe se manifiesta con diferentes devociones y con el modo de celebrarla, los hispanos nos caracterizamos por la capacidad que tenemos de que nuestra fe sea vivida de modo expresivo y comunitario.
Y es así como nuestras tradiciones han ido tomando forma. Por ejemplo el hecho de salir a las calles en procesión para demostrar nuestro amor por la Santísima Virgen María, en sus diferentes advocaciones y de modo particular por Nuestra Señora de Guadalupe. También están la devoción al Santo Niño ó Niño de Atocha, y la popular procesión al Señor de los Milagros que se celebra en Octubre. En Adviento está la hermosa tradición de Las Posadas seguida de la Navidad y luego la Bajada de Reyes. Y en Semana Santa en muchos países se sale a las calles para escenificar los misterios de la Pasión del Señor Jesús a través de las estaciones de la Cruz.
El valor de la familia y los amigos
Nuevamente el documento de Puebla lo dice: “Esta cultura, impregnada de fe … se manifiesta en las actitudes propias de la religión de nuestro pueblo, penetradas de un hondo sentido de la trascendencia y, a la vez, de la cercanía de Dios. Se traduce en una sabiduría popular con rasgos contemplativos, que orienta el modo peculiar como nuestros hombres viven su relación con la naturaleza y con los demás hombres; en un sentido del trabajo y de la fiesta, de la solidaridad, de la amistad y el parentesco”.
La familia para los hispanos es verdaderamente la célula básica de la sociedad. En donde el “papá” es quien se encarga por velar de lo material y al que uno obedece. Y la “madre” es aquella mujer fuerte que con fe y dedicación se dedica por entero al cuidado de los hijos. Los momentos familiares son momentos invalorables en el corazón hispano. Hay un hondo sentido de pertenencia. La familia se extiende no sólo a padres y hermanos, sino a abuelos, tíos y tías, primos y hasta muchas veces los amigos de la infancia constituyen parte de la gran familia.
Y es que la fe católica ha nutrido de valores la cultura hispana a lo largo de los siglos. El valor del sentido de familia se debe seguir cultivando porque no se puede negar que debido al proceso de secularización, estos valores se han ido perdiendo e incluso tergiversando.
El valor de la vida
La vida entendida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural es un valor indiscutido para la mayoría de hispanos. Y es que los hispanos tienen una fuerte conciencia de dónde radica la dignidad del ser humano a pesar de muchas veces vivir en situaciones de extrema pobreza.
A pesar que en muchos países de América Latina el aborto es legal aún la gran mayoría de la población se opone a matar a un bebé en el vientre de su madre.
Son estos y muchos más los valores que podemos dejar en herencia en estas tierras. De cada uno depende si renuncia a su propia identidad o reconociendo lo valioso de su ser hispano, lo ama y busca transmitirlo con el ejemplo.
Publicación en español de la Arquidiócesis de Denver
Octubre 2007